jueves, 1 de noviembre de 2012

Adolfo Bioy Casares - Diario de la Guerra del Cerdo

Hacía mucho que no volvía al cálido abrazo que suponen las letras de Don Adolfo, ese enorme escritor que, a pesar de haber escrito el cuento perfecto (En memoria de Paulina) o la novela corta perfecta (La invención de Morel), siempre ha estado injustamente a la sombra de Borges.

Este libro en cuestión me ha sorprendido bastante. Como me pasa siempre con el bueno de Bioy, las primeras veinte páginas se me hicieron algo cuesta arriba. Después, vinieron las doscientas restantes en un solo día.

La premisa me ha apasionado: un grupo de amigos en torno a los sesenta años, que aún se siguen autodenominando “los muchachos”, siendo uno de ellos el protagonista, caen en una caza de brujas por parte de los jóvenes de Buenos Aires, los cuales, por motivos que no parecen responder a un móvil concreto, comienzan a cazar y matar ancianos, en lo que ellos mismos denominan “la guerra a los cerdos”.
 
 

Isidro Vidal, un hombre que se encuentra en la frontera entre la madurez y la vejez, y que vive en un incómodo apartamento del lumpen bonaerense, contempla asustado cómo sus amigos, algo mayores que él, van muriendo uno a uno. Y él, persona derrotada, divorciado, con un hijo que lo desprecia, se debate entre hacer algo o dejarse llevar por su carácter débil hacia la entropía.

En el horizonte, una relación imposible, de ésas que tanto gustan a los autores hispanoamericanos; sentimientos no resueltos de un hombre, Vidal, que sigue siendo un adolescente emocional, y que ahora, en el otoño de su vida, se valora menos que nunca.

Este libro es una impresionante alegoría sobre la soledad y la vejez, sobre cómo se siente una persona cuando deja de importar para el mundo, cuando te atienden mal en la panadería, cuando ya no puedes mirar a las mujeres sin que piensen en ti como un viejo verde. En resumen, la repulsión e incomprensión que siente la sociedad por las personas mayores.

Con este libro, Bioy sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: deconstruir la sociedad, con su elaborada sociología de ficción. Bioy, mucho más cotidiano y mundano que Borges, ofrece en esta novela, como siempre, todo lo que una novela puede contener: amor, horror, belleza, ficción, laxitud, alegría y pena; en mundo parecido al nuestro, pero que se rige por principios diferentes, alterados.
¿Qué más se puede pedir?


Cayetano Gea Martín
http://ruinacircular.blogspot.com

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